En el artículo "Las enseñanzas de Sherezade", publicado hoy en El País, Gustavo Martín Garzo nos enfrenta a la distinción entre las "historias verdaderas" -los mitos- y las "historias inventadas". No es la primera vez que Martín Garzo nos adentra a través de sus textos a una interpretación, que cabría calificar de trascendente, de la literatura. Su voz es, a estas alturas postmodernas, casi única, una voz imprescindible, un modo de ver la literatura y el arte profundo, enraizado en la esencia última del ser humano. Cuando habla de literatura, lo hace con mayúsculas: "La ficción entendida como mero entretenimiento, como mundo paralelo que nos permite sortear el aburrimiento y el cansancio de lo real, termina por convertirse en un juego banal que apenas es capaz de provocarnos algún que otro estremecimiento".
Volvemos a un tema que espero sea recurrente en este blog: la representación de la realidad, o el arte y la realidad, o mundo y literatura: qué representa el arte y por qué, cómo puede hacerlo, qué espera que le diga el lector o el espectador o el oyente. Y todo ello, hoy, ahora, para el futuro inmediato. Me parece un aspecto cardinal de la reflexión artística. Quizá la única.
Es posible que el deslizamiento de la ficción hacia la realidad que es posible observar en la novela actual tenga algo que ver con el descrédito de las "historias verdaderas" de las que habla Martín Garzo. O que sólo se trate de una nueva forma de adaptarse a las necesidades de escritores y lectores contemporáneos. No estoy seguro de cuál es la opción correcta, si es un síntoma o un remedio.
"Curiosamente, la falta de referencias a esas historias verdaderas que constituyen la base del mito ha provocado un empobrecimiento tanto de la realidad como de la ficción". Esto es lo que hoy sucede, quizá no exclusivamente por la ausencia de historias verdaderas. ¿Es esa afirmación aplicable a todas las culturas, por ejemplo, la islámica o las africanas?
¿Es posible que la ficción haya salido al rescate de esa realidad una vez que se ha producido, según Gustavo Martín Garzo, un "radical descrédito de lo real"? Desde luego, la sobreabundancia de información, de imágenes que aparentan haberse apropiado absolutamente del mundo real, accesible para todos al instante, ha podido hacernos intuir que, en contra de lo pudiera parecer, la realidad se nos escapa. Y necesitamos agarrarnos a ella, porque es el medio natural en el que respiramos. ¿Y de ahí que el territorio de la ficción se vea ocupado por el de la no ficción? ¿O es sólo una reacción contra el exceso de ficción de la novela comercial (histórico-policíaca...) o un síntoma de rendición frente a otros formatos (los visuales) que han ganado la batalla en el relato de historias?
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