Las ciudades se parecen entre sí. Es imposible pasear por Granada, Madrid, León, Burgos, Atenas, París, Albacete, Florencia, sin que una esquina, un edificio, una pequeña calle peatonalizada, una manzana de las afueras no remitan a cualquiera de las otras. El mismo estilo de época, semejantes dimensiones de desfiladero o una parecida filosofía urbanística las hermana a trozos, como si la ciudad -cualquier ciudad, todas las ciudades- fuera un tejido de patchwork. Claro, luego están los edificios monumentales o los conjuntos temáticos que las individualizan, casi siempre lugares de tránsito y de turistas, de una vida artificial, como el retrato al óleo de un viejo pariente, de rasgos familiares, pero de nombre y personalidad desconocidos en realidad.
Al final de la jornada, en la cama a oscuras se superponen la mujer de espalda ancha que cuidaba de su hijo en los columpios del parque, el grupo de matrimonios sentados al lado, en la terraza de un bar, la joven de las cejas tan marcadas que paseaba a un perrito diminuto y silencioso, la camarera extranjera con acento de película. El patchwork de los seres humanos.
Ahora, ya de regreso, en la madriguera rodeada de montañas, cubierta de un azul que tiende al blanco, sólo cabe esperar.
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1 comentario:
http://vaciologia.wordpress.com/2008/08/19/%c2%bfy-el-camino/
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