Primer día de verano. Viento delgado. Ruido de motor. Nubes. Nada especial que merezca ser reseñado. Aún las promesas de la estación parecen algo lejano. Imágenes difuminadas que regresan una y otra vez al mismo punto irreal, sin consistencia. Igual que el recorrido imaginado por una carretera conocida.
Otras veces me dije: "es verano y nunca volveré a tener esta edad". Pero el apremio no dio ningún fruto. Ni la paciencia. Ni la resignación. La forma del deseo no es nunca la del mundo. Ni la del tiempo.
Vuelve otra vez el primer día de verano. Es sólo un símbolo. Como todo lo demás. Y por delante, días, tardes, noches diáfanas en las que envolver la espera.