Pasado y futuro son dos modos, dos nombres, de construir la realidad. Ahora, la crisis real y la ambiental nos proyectan un futuro más sombrío que aquel a que nosotros mismos nos teníamos acostumbrados, casi siempre el lugar del pleno desarrollo de los avances tecnológicos y médicos, de las prolongadas expectativas de vida, nunca de las hambrunas de medio mundo, de la falta de agua o de aire de calidad. Éramos optimistas. O quizá, igual que en la construcción retrospectiva de la realidad que moldeamos cuando relatamos el pasado, sólo rescatamos lo positivo, lo que nos da fuerzas para mantenernos en pie.
Los anuncios de Endesa y de Repsol, algo ñoño el primero y tremendamente esteticista el segundo -vivimos embebidos de lujo estético-, parecen dos palmaditas en la espalda antes de que el desánimo cunda entre nosotros. Inventar el futuro, inventar el medio de rescatar el futuro aparecen ahora casi como brindis al sol, como sueños de ilusos optimistas. Y más cuando esos mensajes provienen de quienes todos los indicios apuntan como fuerzas activas de la degradación que nos aguarda.
jueves, 5 de junio de 2008
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