miércoles, 30 de abril de 2008
Un novelista en la Academia
"Necesitamos saber algo enteramente de vez en cuando, para fijarlo en la memoria sin peligro de rectificación. Necesitamos que algo pueda contarse a veces de cabo a rabo e irreversiblemente, sin limitaciones ni zonas de sombra o sólo con aquellas que el creador decida que formen parte de su historia. Sin posibles correcciones ni añadidos ni supresiones ni desmentidos ni enmiendas. Y lo cierto es que sólo podemos contar así, cabalmente y con sus incontrovertibles principio y fin, lo que nunca ha sucedido.
Lo que no ha tenido lugar ni ha existido, lo inventado e imaginado, lo que no depende de ninguna verdad exterior. Sólo a eso no puede agregársele ni restársele nada, sólo eso no es provisional ni parcial, sino completo y definitivo."
Resulta, por tanto, que es más fiable lo ficticio que lo real. En cualquier caso, todo lo relatado resulta siempre ficticio. Y lo ficticio suele hablar inevitablemente de lo real. Se cierra así el círculo: sólo es convincente lo ficticio que, paradójicamente, se refiere a lo real. Nada de todo esto parece tener demasiado sentido. Y, sin embargo, funciona. Quizá porque en sus trazos, en sus huellas, encontramos más sentido a la realidad que en su mismo acontecer. El modo de aprehender la realidad que propone Marías es simple: contarla. La representación de la realidad es sencillamente su invención.
domingo, 27 de abril de 2008
Velada poética dentro de las "Jornadas del libro"
El viernes, a una hora que casi podía calificarse de "blanca", salimos al ruedo del escenario de la Casa de la Cultura de Arenas a recitar poemas. Seis poetas y una intérprete de flauta. Es posible que el número de espectadores alcanzara la cifra de lo exitoso, seguro que la de aceptable. Recitamos más poemas ajenos que propios. Al final, lo más llamativo fue que varias personas nos dieran las gracias; alguna calificaba la velada como de "un regalo". Puede que sea así. La poesía ofrecida sin contraprestaciones, recibida sin prejuicios, se convierta en un lujo, en un gran regalo. Aunque nosotros no hiciéramos más que de intermediarios.
sábado, 26 de abril de 2008
23 de abril
El contraste con lo que sucede en Cataluña, en Barcelona, ciega: hordas de lectores arrasan los puestos de Las Ramblas y encandilan a sus parejas y amigos con libros y flores. La política también se entremezcla y potencia la celebración. No es tanto que la fiesta refleje lo que es Cataluña como lo que quiere llegar a ser. Es el espejo de los deseos. ¿Qué decir en cambio de nuestra comunidad, que no siquiera sabe a ciencia cierta qué clase de evento conmemora?
La fiesta del libro trae artículos sobre su decadencia o su pujanza. Monika Zgustova, en El País, se sacude los tópicos y afirma que su salud limita con las regiones del mito: "De todos los campos de la creación, el del libro es el más dinámico y diversificado: ni las artes plásticas, ni la música o el cine pueden ofrecer anualmente tanta riqueza de nuevos talentos como lo hace el mundo del libro. [...] Y toda esa efervescencia es posible gracias, finalmente, al lector que, en la soledad, sigue dispuesto a descubrir tanto a los clásicos como a los nuevos autores."
El contraste con lo que hace poco decía Philip Roth en una entrevista en el mismo diario, es absoluto: "El problema es que el hábito de la lectura se ha esfumado. Como si para leer necesitáramos una antena y la hubieran cortado. No llega la señal. La concentración, la soledad, la imaginación que requiere el hábito de la lectura. Hemos perdido la guerra. En veinte años, la lectura será un culto."
¿Quién tendrá razón? Lo que parece seguro es que la industria editorial ha despertado como industria: planifica lanzamientos con el mismo sistema invasivo como si se tratara de películas norteamericanas, opta por libros de formato generoso, tapas duras y precio en consonacia. Se aproxima a una industria del ocio. A fin de cuentas, si para un niño se gasta en un videojuego 30, 40 o más euros, ¿por qué un adulto no va a estar dispuesto a emplear 20 o hasta 30 euros en un entretenimiento bien envuelto de continente y mercadotecnia?
Por otro lado, creo que vivimos en la época de toda la historia de la humanidad en que más se lee y se escribe, gracias a Internet, por supuesto. Y esto no tiene visos de cambiar. Lo que posiblemente dé lugar a un nuevo mundo cultural, con otros valores y otros modos que aún están por nacer o acaban de hacerlo y aún no somos capaces de verlos y encorsetarlos en un nombre y una definición.
martes, 22 de abril de 2008
No Ficción
"Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real", dice Borges en El Aleph. Pero ¿qué nos convendría más? ¿Tomar a la realidad por real o asumir que su irrealidad es la característica?
Sin duda nos libraríamos de un número incalculable de cargas si apostamos por la segunda opción. Gracias a tomar la realidad por irreal o, simplemente, como dice Borges, intuir en silencio que cuanto sucede pertenece a la ficción, obtenemos un impulso de inmortalidad. Un impulso de salvación que nos exime gloriosamente de un sinfín de preocupaciones, desdichas y padecimientos.
Más o menos ese es el fragmento del blog de Vicente Verdú que se reproduce en el reportaje que sobre este escritor valenciano publica hoy El País a propósito de su último libro, No ficción. Tenía ganas de escribir sobre este libro desde que lo leí hace unas semanas. Desde hace años me ha seducido su mundo literario, si es que aceptamos este adjetivo como válido para cualquier producto escrito, ya sea artículo, libro de ensayo o novela; y Verdú ha conseguido crear un mundo literario perfectamente reconocible. No ha sido una manía exclusivamente personal. Su indagación en los síntomas del presente, su visión del hoy desde el mañana o el pasado mañana, ha tenido eco en autores que ahora aparecen como abanderados de una nueva literatura.
Su último libro, sin género aplicable, un género nuevo e híbrido, representa una vuelta de tuerca más, lógica, a esa región que una parte de nuestros novelistas ha cartografiado: la disolución entre realidad y ficción. Frente al primer modelo postmoderno que proponía un relato ficticio trufado de realidad, de sobreentendidos y de puro guiño lúdico, Verdú nos propone la realidad del yo como ficción. Y, a la vez, la ficción como no ficción. No juega a meter el pie en el agua, sino que se lanza de cabeza a la piscina. Dinamita la distinción entre lo verosímil y lo verdadero. Lleva al lector al otro lado de la construcción del relato, en el supuesto de que no existe relato, sólo vida, o vida relatable y, por ello, ficticia. Se corresponde con el diagnóstico presente en una de sus obras en la que explicaba que el capitalismo de ficción en que vivimos lleva al sujeto a vivir su propia vida como una novela o una película.
Una tendencia del arte de cierto eco mediático ofrece el propio cuerpo del artista o su vida como producto artístico. No ficción puede ser su correlato literario. Puede parecer, como muchos que la postmodernidad ha abierto, un camino sin salida. Verdú enumera las claves de esta nueva escritura: lenguaje estético, un yo "liberado del exceso de ego" como protagonista, tono introspectivo y ensayístico, el fragmento, el detalle -lo único de lo que se puede hablar hoy-, el humor, la ironía. ¿Cuántas obras como No ficción podrían escribirse? ¿Cuántas estaríamos dispuestos a leer?
Queda, sin duda, la labor de demolición. ¿Existe diferencia entre ficción y realidad? ¿Es posible acercarse a una obra artística desde una perspectiva distinta a la de la representación? ¿Puede hoy representarse la realidad, aun de forma intencionada y subjetiva? ¿Existe algo que podamos llamar "realidad", distinguible de la ficción? ¿Merece la pena la ficción en un mundo sobresaturado de relato -incluso la propia vida- y, por tanto, de ficción?
lunes, 21 de abril de 2008
Modigliani (II)
Kikí de Montparnase, por Kisling
viernes, 18 de abril de 2008
Modigliani (I)
miércoles, 16 de abril de 2008
La isla invitada
"La isla invitada" -o "las islas invitadas"- es una imagen ambigua. ¿A qué se refiere exactamente? ¿Son los poemas las islas? ¿Cada uno de nosotros? ¿Los referentes del mundo real que aparecen en los poemas, convocados a quedarse a vivir precisamente en sus versos? Puede ser algo de ello o todo al mismo tiempo; o nada. Probablemente esa asociación inesperada, y sencilla, sea la que haga que la imagen perdure en nuestra memoria. La isla invitada. Me gusta su sencilla sonoridad.
Dentro del libro Las islas invitadas, del año 1936, aparece el poema "En el disfraz del mundo". Desde la primera vez que lo leí me gustó la ingenuidad naïf de su tono, su falta de pretenciosidad. Y me pareció una excelente poética, sin retórica, asequible, de proporciones humildes e inagotables. "¿Qué mayor alegría / que escribir para el disfraz del mundo?". Esa puede ser -al menos de momento, hasta la próxima ocasión- la razón última de la literatura: disfrutar hablando sobre el muestrario real y aparente del mundo.