Hace ya mucho tiempo que este título se quedó prendido en algún recodo de mi memoria sin ninguna razón aparente. Creo que también le persiguió durante muchos años al creador de esta imagen -aunque en plural-, a Manuel Altolaguirre. Figura en cuatro de sus títulos. Los últimos en que aparece incluyen poemas añadidos, como si, de algún modo, quisiera recoger bajo el lema de "las islas invitadas" toda su producción poética. El primero de sus libros, Las islas invitadas y otros poemas, recoge el único poema bajo este título, una recreación libre del estilo de Góngora, quizá lejos del poder evocador de la imagen.
"La isla invitada" -o "las islas invitadas"- es una imagen ambigua. ¿A qué se refiere exactamente? ¿Son los poemas las islas? ¿Cada uno de nosotros? ¿Los referentes del mundo real que aparecen en los poemas, convocados a quedarse a vivir precisamente en sus versos? Puede ser algo de ello o todo al mismo tiempo; o nada. Probablemente esa asociación inesperada, y sencilla, sea la que haga que la imagen perdure en nuestra memoria. La isla invitada. Me gusta su sencilla sonoridad.
Dentro del libro Las islas invitadas, del año 1936, aparece el poema "En el disfraz del mundo". Desde la primera vez que lo leí me gustó la ingenuidad naïf de su tono, su falta de pretenciosidad. Y me pareció una excelente poética, sin retórica, asequible, de proporciones humildes e inagotables. "¿Qué mayor alegría / que escribir para el disfraz del mundo?". Esa puede ser -al menos de momento, hasta la próxima ocasión- la razón última de la literatura: disfrutar hablando sobre el muestrario real y aparente del mundo.
miércoles, 16 de abril de 2008
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